La perspectiva de género; la cultura hegemónica de la política española

La perspectiva de género constituye una verdadera ideología que propugna que el género es una construcción cultural y, por tanto, no es el resultado de la diferenciación sexual causada por el genotipo y el fenotipo, masculino y femenino.

Esta teoría comporta la pérdida de significación de la diferenciación sexual, porque lo determinante en la persona es el género, y este es una consecuencia cultural, por tanto modificable. El concepto de hombre y mujer pierde, en este marco de referencia, todo sentido y plenitud de significado, ya que hombre y masculino pueden significar tanto un cuerpo masculino como uno femenino. Las categorías “masculino” y “femenino” se entienden como repetición de actos en lugar de corresponder a esencias naturales de fuerte contenido biológico, y predeterminadas.

 Se nace hombre o mujer, no se hace. La tesis del género es exactamente la opuesta.

 Una obra básica en este sentido es la de Judith Butler, “El género en disputa: el feminismo y la subversión de la identidad”, que constituye un texto de referencia en las universidades americanas, en la que la perspectiva de género es estudiada. Butler es además lesbiana, y su planteamiento ayuda a entrever las estrechas relaciones entre la concepción del género y el proyecto político de homosociedad.

 Está claro que lo que se proponía era propugnar que “no existe un hombre natural o una mujer natural, que no hay conjunción de características o de una conducta exclusiva de un solo sexo, ni siquiera en la vida psíquica” (IV Conferencia Mundial de las Nacines Unidas sobre la Mujer, realizada en septiembre de 1995 en Pekín).

Según Jutta Burggraf, profesora de la Universidad de Navarra, la perspectiva de género sitúa 4 áreas clave:

-Reclamar apoyo económico oficial para el cuidado de los niños y los derechos reproductivos.
-Reclamar libertad sexual, que incluye el derecho a la preferencia sexual (derechos de los homosexuales).
-El control feminista de la producción ideológica y cultural. Es importante porque la producción cultural afecta a las finalidades personales, el sentido de uno mismo, las redes sociales y la producción de redes de crianza, afecto, amistad y parentesco social.
-Establecer ayuda mutua: sistemas de apoyo económico a las mujeres, desde redes de identificación única con la mujer, hasta juntas de mujeres en los sindicatos que luchen por los intereses femeninos en el trabajo asalariado.
 

No es preciso un análisis demasiado detenido para constatar la doble condición del pensamiento que impulsa este programa: la segregación masculina y femenina y la hegemonía de la ideología feminista de género por medio de una orientación totalitaria, a partir del control feminista de la producción cultural.

Cabe subrayar, además, que en España el grado de alcance de estos objetivos es máximo desde el punto de vista político y mediático. No sólo las leyes aprobadas y las prácticas judiciales –la resistencia a la custodia compartida, por ejemplo- sino la existencia de recursos públicos crecientes dirigidos a la creación de instancias oficiales y paraoficiales, dirigidas a promover redes de exclusión femenina. Los Institutos de la Mujer, tanto de España como de diversas Comunidades Autónomas, responden a esta ideología.

Las líneas de actuación se orientan hacia estos puntos:

Masculinidad y feminidad. El hombre y la mujer adultos son construcciones sociales porque el ser humano nace sexualmente neutral y después es socializado en hombre o mujer. Esta socialización afecta a la mujer de forma negativa e injusta. Por ello las feministas proponen depurar la educación y los medios de comunicación de todo estereotipo o imagen específica de género, para que los niños puedan crecer sin que se les exponga a trabajos “sexo-específicos”

Relaciones familiares: padre, madre, marido y mujer. Las feministas no sólo pretenden que se sustituyan estos términos “género-específicos” por palabras “genero-neutrales”, sino que aspiran a que no haya diferencias de conducta ni responsabilidad entre el hombre y la mujer en la familia.

Ocupaciones o profesiones. El tercer tipo de “roles socialmente construidos” abarca las ocupaciones que una sociedad asigna a uno u otro sexo.

Reproducción humana que está determinada socialmente. Si biológicamente la gente es sexualmente polimorfa y la sociedad estuviera organizada de modo que se permitiera por igual toda forma de expresión sexual, la reproducción sería resultado sólo de algunos encuentros sexuales: los heterosexuales.

La división estricta del trabajo por sexos, un invento social común a toda sociedad conocida, crea dos géneros muy separados y la necesidad de que el hombre y la mujer se junten por razones económicas. Contribuye así a orientar sus exigencias sexuales hacia la realización heterosexual y a asegurar la reproducción biológica. En sociedades más imaginativas, la reproducción biológica podría asegurarse con otras técnicas.

En realidad la tesis última es muy simple: El sexo implica desigualdad, los hombres no gozarían del privilegio masculino si no hubiera varones, y las mujeres no serían oprimidas si no existiera tal cosa como “la mujer”. Acabar con el sexo/género es acabar con el patriarcado y, por tanto, con la injusticia.

 El trasfondo común, y este es un aspecto a subrayar, no es el de “aceptación social de otras formas de entender la relación sexual”, sino el considerar intrínsecamente negativa la heterosexualidad con roles ajustados al sexo, y hacerla sinónima de la dominación machista.

En realidad, la heterosexualidad es percibida desde la perspectiva de género como una consecuencia de la condición masculina, y por tanto, opresora. La heterosexualidad femenina, oprimida, no se libera por medio de las estructuras jurídicas y la acción institucional y de las leyes, que sería la igualdad de derechos y oportunidades, sino que solo se puede conseguir sacrificando su condición de don como rol biológico predeterminado. En otros términos, dejando de ser mujer.

A pesar de la radicalidad del proyecto y del propio discurso, resulta particularmente llamativa la rapidez en que los puntos que hemos reseñado se van imponiendo en la agenda política y mediática española.

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